domingo, 30 de marzo de 2008

NEFROLOGIA

ASTRAZENECA
NEFROLOGÍA
Cerco a la enfermedad renal crónica


Su evolución es muy lenta y sus síntomas tardan tanto en manifestarse que, cuando aparecen, suelen indicar una afección grave. De ahí la importancia de someterse a chequeos sistemáticos a partir de los 55 años.



Uno de cada cinco pacientes que acude a la consulta de un médico de familia presenta una insuficiencia renal. Así se llama la fase avanzada de la enfermedad renal crónica, una dolencia que afecta al 12 por ciento de la población adulta y a un 20 por ciento de los que ya han cumplido los 60 años. Pese a su frecuencia, según las estadísticas, los especialistas aseguran que hay muchos más casos sin detectar. Por ello, los médicos de familia han decidido sumar esfuerzos para mejorar la detección precoz.


Una enfermedad silenciosa. La enfermedad renal crónica empeora lentamente y puede oscilar desde una disfunción leve hasta una insuficiencia renal severa. Además, en las etapas iniciales puede no presentar síntomas. De hecho, la progresión puede ser tan lenta que las señales de alarma suelen surgir cuando la función renal ya se ha reducido en un diez por ciento. En cuanto al origen, la diabetes y la hipertensión arterial son las dos causas más comunes.


A pesar de que la calidad de vida de los enfermos renales ha mejorado mucho en los últimos años, los nefrólogos insisten en la importancia de la detección precoz de esta dolencia, puesto que, como indica el doctor Pedro Aljama, catedrático de Nefrología del hospital Reina Sofía de Córdoba, «hoy en día disponemos de tratamientos que consiguen ralentizar e incluso revertir el daño renal». Para ello, recomienda una revisión renal cada dos o tres años a partir de los 55.


Los problemas del trasplante. Cuando la situación llega al límite, el trasplante de riñón es la solución a la insuficiencia renal para miles de personas que están en diálisis. En España, el año pasado se hicieron un total de 2.157 intervenciones de este tipo. A pesar de que esta opción es un balón de oxígeno para los pacientes, la realidad es que todos ellos tendrán que enfrentarse, antes o después, al rechazo crónico. Algo que les disminuye de nuevo la función renal y acarrea trastornos como la anemia, que, a su vez, eleva el riesgo cardiovascular.


Según explica el doctor Aljama, «la tasa de éxito del paciente con un riñón trasplantado es del 90 por ciento al cabo de un año; a los cinco años, en torno al 65 por ciento, y a los diez, del 50 por ciento.


Esta pérdida progresiva de la función renal, que varía en función de los enfermos, provoca otros trastornos asociados en el paciente, como la anemia o el incremento de los riesgos cardiovasculares, lo que deteriora mucho la calidad de vida de los enfermos y empeora su cuadro clínico general. «Todo enfermo renal crónico, trasplantado o no, desarrolla anemia porque el riñón es un órgano crucial para la síntesis de la eritropoyetina, una hormona fundamental para la producción de hematíes a nivel de la médula ósea», detalla el doctor Aljama.


Esta anemia, de muy difícil tratamiento, se ha venido abordando por los médicos de forma muy diferente. Hace años, los especialistas, centrados en el rechazo al injerto y la tolerancia a la medicación inmunosupresora, no prestaban atención al fenómeno de la anemia. Hoy, en cambio, es imprescindible tratar este trastorno, ya que mejora notablemente la calidad de vida de los pacientes.

Lola Fernández




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