domingo, 30 de marzo de 2008

LA LUNA NUESTRO SATÉLITE

RETORNO A LA LUNA

NASA
Curiosa foto de la Tierra vista desde la superficie lunar

Estamos embarcados en una nueva carrera espacial. Y con un único objetivo: la Luna. Desde hace 35 años, nadie había pisado nuestro satélite. Ahora, sin embargo, chinos, rusos, americanos, indios y japoneses rivalizan por ser los primeros en crear una base a 385.000 kilómetros de la Tierra. Pero ¿qué esperan encontrar allí? Se lo contamos.



Dicen que las modas son pasajeras y que lo que se llevaba en los años 70 puede cobrar interés mañana mismo. Precisamente es lo que está sucediendo, en términos espaciales, a 385.000 kilómetros sobre nuestras cabezas: la Luna vuelve a estar de moda y su reconquista es el sueño de muchas potencias mundiales.


El último hombre que la pisó, hace ahora 35 años, Eugene Cernan, era el comandante de la nave Apolo 17, la primera misión que despegó de noche y la que puso el broche final al programa lunar estadounidense en 1972. Desde entonces, nada. El astronauta, de 73 años, que visitó España hace unas semanas, cree que ya «existe tecnología suficiente como para ir a la Luna, pero habrá que esperar una década para conseguirlo». Los planes ya están en marcha.


EE.UU. anunció su intención de reconquistar nuestro satélite hace casi cuatro años. Los planes iniciales fijaban el retorno lunar hacia el año 2015, pero las sucesivas dificultades técnicas y presupuestarias han retrasado el Programa constelación al 2020. En poco más de un lustro, no más tarde de 2015, comenzarán las pruebas de las naves espaciales que se utilizarán, Ares y Orion. Pero antes es necesario encontrar los lugares más seguros donde alunizar, los recursos naturales que se emplearán en los viajes o comprobar el funcionamiento de la nueva tecnología. Con ese objetivo la NASA prepara el lanzamiento de una misión de reconocimiento lunar para finales de 2008, la Lunar Reconnaissance Orbiter. Pero no será la primera que despegue.


Los gigantes asiáticos han tomado la delantera. La Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA) lanzó en septiembre la sonda Kayuga. «El objetivo es caracterizar la composición, la estructura y las diferencias geográficas entre las dos caras de la Luna para intentar comprender cómo se formó y cómo ha evolucionado hasta su estado actual», explica el mánager del proyecto en la JAXA, Yoshisada Takizawa. Con los datos que obtengan decidirán dónde colocar su futura base lunar.
La Agencia Espacial China (CNSA), que lanzó su primer taikonauta en 2003, también ha presentado sus credenciales al poner en órbita lunar hace unas semanas la sonda Chang’e-1. La otra gran potencia de Asia, la India, prepara su primera misión lunar para abril de 2008. Y si cumple su ambicioso guion (una misión al mes), podría colocar astronautas en el astro plateado antes que nadie: en 2018.


La meta a largo plazo de todas las agencias es establecer bases permanentes en la Luna para atacar después la exploración de Marte. Y, en eso, Europa tampoco se duerme. La Agencia Espacial Rusa (Roskosmos), que negocia con la India un programa lunar conjunto, está perfeccionando sus vehículos Soyuz y planea enviar una sonda no tripulada en 2011. Y la Agencia Espacial Europea (ESA), por su parte, se ha planteado un objetivo más ambicioso: ser la primera en enviar una misión humana a Marte. Será en 2030, pero con escala en la Luna.


Este recuperado interés por la Luna no es gratuito. A los posibles beneficios de su futura explotación geológica se suman los que van a obtener las empresas que ya construyen las naves y las bases que se van a instalar en el satélite. Sólo el proyecto de la NASA va a repartir un pastel de cien mil millones de dólares sobre el que las grandes corporaciones se han abalanzado. Y al interés económico se suman también el militar y el tecnológico, que suelen ir de la mano. Desde los albores de la conquista espacial, la tecnología espacial ha acabado formando parte, de una u otra forma, de los arsenales de EE.UU. y Rusia. Y ahora serán la India, China o Japón las que se aprovechen de los conocimientos adquiridos para aplicarlos a sus ejércitos. El Gobierno de Pekín, por ejemplo, no oculta que sus objetivos son variados: analizar la existencia de recursos minerales en la Luna, cartografiar su superficie, elevar el prestigio internacional del país e impulsar la industria y tecnología de lanzamiento aeroespacial, sin olvidar las posibilidades militares del programa, que supervisa el Ejército Popular de Liberación. Y también hay, claro, objetivos científicos.


El nuevo interés por la Luna se ha convertido en un asunto tan global que los expertos se han apresurado a pedir colaboración entre los proyectos para que no se repita una carrera espacial a la vieja usanza, como en la Guerra Fría. ¿Será posible? De momento, todos calientan motores.

Francisco Javier Alonso




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